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O’Brien, eres un tipazo

¡Bravo querida amiga! Siempre me sorprendes, hasta en esta relación episto-blogera que nos hemos marcado. Ahora vas y te pones a hablar de La Película. Me emocionó tanto, me impactó tanto, me maravilló tanto, que no puedo ni pronunciar el título sin levantarme… por miedo a caerme de la silla.

A mí me ha cambiado la vida. Ale.

El caso es que estamos ante una obra de arte que desborda y que se presta a infinidad de interpretaciones. Como afirma Ignacio Carbajosa, Malick es un místico, «en el sentido de que reconoce el misterio que encierra la misma realidad. Recordemos que la raíz griega de la palabra místico es, o aspecto misterioso, asombroso (Cf. el título de su última película, To the Wonder) de la misma realidad. Y el misterio último es Dios, el creador».

Por eso me veo en la necesidad vital de cambiar de destinatario de este post. Y me vas a permitir que le diga unas palabras al Sr. O’Brien:

Querido Sr. O’Brien,

Acabo de conocerte. O mejor dicho, me parece que nos conocemos desde hace unos años.

Algunos me hablaron de ti antes. De forma radicalmente injusta me dijeron que eras un prepotente, incluso alguno dijo que eras un maltratador. Desde luego alguno que no se puso en tus mocasines, pero ni de lejos…

Pero algunos buenos amigos me han regalado palabras para conocert(m)e de verdad.

Uno de ellos es el Rabino Sacks, que es de esos a los que no conozco personalmente pero me acompañan en sus libros, y dice después de recordar que la maternidad comienza siendo un fenómeno biológico que de forma natural hace que las madres desarrollen un vínculo muy estrecho con sus hijos, «la paternidad es un compromiso inmenso para el que no estamos genéticamente preparados». El cineasta Daniel Burman lo explica fenomenal («una mujer coge a su hijo recién nacido de forma natural, lo hace de forma perfecta. El padre, la primera vez que coge a su hijo, parece que tuviera entre las manos una hamburguesa XXL chorreante»). Esto provoca que la paternidad sea especialmente vulnerable de una forma en que la maternidad no lo es

Otros amigos, a los que tengo el gran regalo de sí conocerles (¡ay humanistas de mi vida!), me dijeron que haces las veces del sufriente Job. Que tu(nuestra) historia hay que mirarla con una mirada más amplia, una mirada desde la Historia de la Salvación. Aferrado a las seguridades mundanas. ¡Qué gusto! Todo controlado. ¡Claro que te sabes la teoría! Pero el suelo tiembla bajo tus pies, o mejor dicho, antes de que de verdad tiemble te imaginas que pasaría si temblara, y miras a tu mujer, a tus hijos, a los que más quieres en la vida, y te desvives para dejarles «bien armados» ante los obstáculos que se puedan encontrar. Pero como esa vez en que Saúl quiere armar a David con su pesada armadura, este no puede ni dar un paso, (y yo me imagino a Saúl con ganas de darle una bofetada al niño). Y de repente llega un primer temblor de tierra, sí, ahora sí lo notas, y tu corazón de «esclavo» grita confundido y humano «¡no he faltado un día al trabajo; cada domingo doy dinero a la Iglesia!». Incluso puedes llegar a decir eso de «¿cómo que dónde estaba yo cuando cimentaste la tierra????». Y llega un temblor más grande, muchos puntos de la escala de Richter…

En el momento de besar la lona. En el momento de reconocer la ceguera ante tanta gloria que nos rodea, vas y sueltas eso de: “Quería que me quisieran porque era alguien importante. No soy nada. Mirad la gloria que nos rodea. Vivía en el pecado, todo lo mancillé y no me fijé en la gloria. Soy un estúpido”. Y el corazón se te transformó en corazón de «hijo», de hijo de un Rey.

En ese momento te diste cuenta de que la fe «no es dar las cosas por sentadas, es una forma de dar gracias» (Sacks, de nuevo).

O más aún, lees a William Blake y lo entiendes

Para ver un mundo en un grano de arena,/ Y el cielo en una flor silvestre,/ sujeta el infinito en la palma de tu mano,/ y la eternidad en una hora.

¡Joder O’Brien!, eres un tipazo. Sigo tu estela. Quiero seguir tu estela. Porque yo me sé la teoría también, pero…