Querida:
Hacía ya tiempo que no te escribía, pero la lectura del canto IX de la Comedia me ha llevado irremediablemente a pensar en nuestro reto educativo.
Nuestro admirado Nembrini toma la relación entre Virgilio y Dante como una elocuente imagen de la paternidad. Pues bien, en ese canto del infierno, los dos están ante las cerradas puertas de Dite. Pero parece que Virgilio, el guía, aquel que animó a Dante cuando este estaba en la selva oscura, empieza a dudar. No las tiene todas consigo, y lo que hace es disimular, para no aumentar el miedo de Dante. Toma, toma, que la cosa paternal se pone explícita.
Al poco se encuentran con tres furias infernales, las Erinias, «con aspecto y miembros de mujer, llenas de sangre,/ con verdes hidras en el cinto y otras/ serpientes y cerastas en el pelo/ que coronaban sus feroces testas/…/ Se clavaban las uñas en el pecho,/ se daban golpes, y gritaban tanto/ que, amedrentado, me abracé al poeta». Semejantes bichos además, amenazan con la llegada de Medusa (otra amiguita, ya sabes, a la que no se le puede mirar, a menos que te apetezca pasar al estado mineral). Virgilio ordena a Dante que se de la vuelta y que cierre los ojos, pero él además «con sus propias manos/ sobre las mías me cubrió los ojos».
A mí este pasaje me habla a gritos. Me acuerdo de esa anécdota que contó Joaquín Sabina al Loco de la Colina (y que creo que he contado ya en este blog). Sabina de niño iba a un colegio salesiano, y de vez en cuando tenían una sesión de cine. Si había una escena de beso, un padre salesiano tapaba en ese momento el proyector. Pues bien, al cabo de los años, Sabina afirmaría: «ante tanta pornografía despistada como hay ahora, cuánto echo de menos a ese padre salesiano para que me tape con su mano».
Cuando el otro día pillaste a nuestra segunda in fraganti viendo un vídeo de youtube titulado «Cómo teñirse el pelo» mientras se supone que estaba estudiando («aquí, que se estudia muy bien sola»), evidentemente tuviste la reacción del padre salesiano. Te aplaudí y te aplaudo la contundencia. Claro, entre que a uno le pillan haciendo lo que no debe y el chasco de no ver terminar un tutorial tan práctico, la respuesta fue una rabieta. El «impasible el ademán» por tu parte, fantástico.
Pero no, no voy a dedicar un rato ahora al asunto de las nuevas tecnologías. Sino a observar las paternales manos de Virgilio, las del padre salesiano y las tuyas. Espectrales las primeras, transparentes. ¿Pero las del padre salesiano intentando cubrir el objetivo del proyector no parecerían también así? ¿y qué me dices de las nuestras ante tanta maquinita al alcance?
Sí, manos espectrales, pero necesarias, a las que aferrarse, las mismas que echarán de menos de mayores.